Cuando terminamos una competencia donde tratamos de darlo todo se inicia un proceso de análisis. De manera más o menos consciente, revivimos lo más destacado de nuestras sensaciones. Platicamos de la carrera de forma natural con otros participantes, con amigos y familiares. Se hace incluso inevitable hablar de ello hasta con personas que quizá no vayan a entender muy bien de qué les hablamos, o incluso puedan estar bien poco interesadas en ello. Pero forma parte de nuestro propio proceso de análisis, que empieza por exteriorizar sentimientos vividos de forma bastante intensa, a lo largo de un reto tanto físico como mental.
La dureza de una prueba viene determinada por el grado de fatiga. Si participamos desarrollando una estrategia muy conservadora, sentiremos que nos “sobraron fuerzas” para llegar a la meta. Esto es relativo, pues a veces en efecto había mucho margen, y otras veces simplemente no sabíamos lo que nos iban a doler los músculos al día siguiente. También ocurre a veces que previamente no habíamos sido capaces de dosificar tan bien los esfuerzos y estábamos demasiado acostumbrados a pasarlo mal para cruzar la meta. En todos los casos, el factor común es la fatiga. Básicamente es el aspecto más característico de la resistencia: la dificultad para gestionar nuestra energía manteniendo un rendimiento pese a la fatiga.
Entender por qué nos cansamos es la clave para entender cómo superar nuestro rendimiento. Identificar nuestros límites nos permite establecer una mejor planificación de nuestra preparación. En esta serie de artículos iremos desgranando aspectos relacionados con la fatiga, la cual, dicho sea de paso, tiende a ser explicada a veces de manera totalmente intuitiva y sin fundamento alguno tanto por deportistas como por profesionales limítrofes con el entrenamiento.
El estudio de la fisiología del ejercicio nos permite comprender el funcionamiento de nuestro organismo en situaciones límite. En las últimas décadas se ha profundizado en los conocimientos y se han desarrollado nuevas teorías sobre las causas de la fatiga. Aunque en los próximos artículos iremos desgranando estos conceptos, básicamente podemos sintetizar que nos cansamos porque alguno o varios sistemas del organismo se aproximan a la crisis, y el cerebro ejerce mecanismos protectores como medida de seguridad para evitar que pongamos más en riesgo o causemos más daño sobre alguno de esos sistemas.
En ocasiones, el entorno ambiental es tan duro que el ejercicio fácilmente dispara estos mecanismos de limitación. Esto ocurre tanto en Yucatán como en México DF, ya sea por las condiciones de temperatura y humedad en un caso, o por la altitud en otro. Por otra parte, la propia intensidad que desarrollamos en determinados momentos de la carrera genera reacciones fisiológicas que activan mayormente otros limitantes.
Por último, puede que tengamos más desarrollados unos sistemas que otros. Por ejemplo, algunos aspectos son el desarrollo pulmonar y cardiaco. Por otra parte, aunque nuestro corazón y pulmones sean excelentes, se necesitan adaptaciones concretas en los músculos para utilizar bien el oxígeno que se envía a nivel de esos elementos “centrales”. Pero además, estos músculos deben tener reserva de energía. Y además, tener capacidad de contraerse y relajarse muchas veces y por mucho tiempo sin entrar en crisis.
Por tanto, existen una serie de sistemas que pueden ser causantes de lo que conocemos como “fatiga”. Esta fatiga nos lleva a bajar irremediablemente el ritmo, y su origen tiene mucho que ver con la exigencia física que supone llevar un ritmo determinado en la primera parte de una carrera.
Dr. Jonathan Lanao